Octubre 2024
ISSN 2953-6367 Vol. 5, No.12, PP.25-34
http://revistainvestigo.com https://doi.org/10.56519/n1f0hg15
Revista Científica Multidisciplinaria InvestiGo
Riobamba Ecuador
Cel: +593 97 911 9620
revisinvestigo@gmail.com 25
CÓMO LAS EMOCIONES MOLDEAN NUESTROS HÁBITOS
ALIMENTARIOS: UN ENFOQUE NEUROCIENTÍFICO
HOW EMOTIONS SHAPE OUR EATING HABITS: A
NEUROSCIENTIFIC APPROACH
Luis Fernando Arboleda Álvarez
1
, María Belén Bravo Avalos
2
, Santiago Patricio Bravo Avalos
3
,
Diego Alejandro Arboleda Álvarez
4
{luisf.arboleda@espoch.edu.ec
1
, maria.bravo@espoch.edu.ec
2
, santy_rio@hotmail.com
3,
diego.arboleda@hotmail.com
4
}
Fecha de recepción: 2/09/2024 /Fecha de aceptación: 24/09/2024 /Fecha de publicación: 1/10/2024
RESUMEN: Este artículo analiza la influencia de las neuro-emociones en el hábito de
consumo alimenticio, destacando cómo las emociones positivas y negativas afectan tanto la
elección como la cantidad de alimentos consumidos. Se examinan estudios recientes que
revelan una relación bidireccional: las emociones no solo determinan qué y cuánto se come,
sino que ciertos alimentos también pueden generar emociones específicas. La investigación
sugiere que la regulación emocional y el control cognitivo son clave para prevenir problemas
de salud relacionados con la alimentación, como la obesidad y los trastornos alimentarios. Se
concluye que comprender la relación entre neuro-emociones y alimentación es esencial para
desarrollar estrategias nutricionales más efectivas que aborden tanto los aspectos fisiológicos
como emocionales del comportamiento alimentario.
Palabras clave: Neuro-emociones, consumo, alimentos, cantidad, calidad, regulación
emocional, alimentación emocional
ABSTRACT: This article examines the influence of neuro-emotions on eating habits,
highlighting how both positive and negative emotions affect food choice and quantity. Recent
studies reveal a bidirectional relationship: emotions not only determine what and how much
people eat, but certain foods can also evoke specific emotions. The research suggests that
emotional regulation and cognitive control are crucial for preventing health issues related to
eating, such as obesity and eating disorders. It concludes that understanding the relationship
between neuro-emotions and eating is essential for developing more effective nutritional
strategies that address both the physiological and emotional aspects of eating behavior.
Keywords: Neuro-emotions, consumption, food, quantity, quality, emotional regulation,
emotional eating
1
Escuela Superior Politécnica de Chimborazo (ESPOCH), Ecuador. https://orcid.org/0000-0001-5541-6239; +5930987056411
2
Escuela Superior Politécnica de Chimborazo (ESPOCH), Ecuador. https://orcid.org/0000-0002-5999-4690; +5930995025210
3
Investigador independiente, https://orcid.org/0009-0009-2571-8928
4
Investigador independiente, https://orcid.org/0009-0008-3867-0487
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INTRODUCCIÓN
Las emociones y los estados de ánimo juegan un papel crucial en el comportamiento alimentario,
influyendo tanto en la cantidad como en el tipo de alimentos consumidos por las personas, ya sea
que sigan patrones dietarios normales o que presenten hábitos crónicos (1). En el caso de los
dietantes crónicos (DC), ciertas condiciones emocionales pueden promover un aumento en el
consumo de alimentos, un fenómeno conocido como desinhibición alimentaria, que ha sido
ampliamente documentado (2).
La relación entre emociones y alimentación también revela que muchas personas carecen de
conocimientos suficientes sobre cómo estos factores emocionales impactan sus hábitos
alimenticios (3)(4). Este desconocimiento es preocupante, ya que la falta de control emocional
puede desencadenar problemas de salud como obesidad, enfermedades cardíacas, colesterol
elevado y diabetes, entre otros (5). Trastornos alimentarios como la bulimia y la anorexia están
estrechamente vinculados con emociones negativas, como la baja autoestima, que pueden
generar ansiedad y aislamiento social (6).
Las emociones no solo afectan la elección de alimentos, sino también su calidad y cantidad (7).
Existe una relación bidireccional: ciertas emociones pueden inducir el consumo de alimentos
específicos, mientras que determinados alimentos y su contexto de consumo pueden generar
emociones particulares (8). El estrés crónico, por ejemplo, puede llevar a un consumo elevado de
alimentos altos en grasas y azúcares, reforzando la idea de que las neuro-emociones tienen un
impacto directo y tangible en los hábitos alimenticios (9).
Entender cómo las neuro-emociones influyen en las decisiones alimentarias es esencial para
desarrollar intervenciones y estrategias que promuevan una alimentación más consciente y
equilibrada (10). Al profundizar en la intersección entre neurociencia, emociones y conducta
alimentaria, se pueden diseñar enfoques más efectivos para prevenir y tratar trastornos
alimentarios, mejorar la nutrición y promover el bienestar general en diversas poblaciones (11).
El presente artículo tiene como objetivo analizar la influencia de las neuro-emociones en el hábito
de consumo alimenticio (12). Al comprender cómo las neuro-emociones afectan la elección y el
consumo de alimentos, se espera proporcionar información valiosa para desarrollar estrategias
más efectivas en la promoción de una alimentación saludable y la prevención de trastornos
alimentarios (13), (14).
MATERIALES Y MÉTODOS
Fuente de datos y estrategia de búsqueda
Para la recopilación de información se utilizaron las bases de datos digitales de PubMed, Elsevier,
Google Académico y ScienceDirect. Se emplearon palabras clave como "neuro-emociones y
alimentación", "influencia emocional en el consumo de alimentos", "neurociencia y
comportamiento alimentario", "emociones y hábitos alimenticios", así como expresiones
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relacionadas como "impacto del estrés en la alimentación", "regulación emocional y consumo de
alimentos", y "respuesta emocional al consumo alimentario".
Criterio de selección
Se revisaron un total de 37 publicaciones, de las cuales se seleccionaron 13 que cumplían con los
criterios de inclusión definidos para garantizar la veracidad y relevancia de la información. Los
criterios de selección incluyeron la procedencia de fuentes académicas y científicas reconocidas,
tales como revistas revisadas por pares, publicaciones de instituciones académicas, y libros de
editoriales especializadas en neurociencia y nutrición. Además, se priorizó la actualidad de los
estudios, utilizando principalmente investigaciones recientes para reflejar el estado más reciente
del conocimiento en el campo
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En un estudio realizado por (15), el cual se enfocó en identificar los alimentos consumidos con
mayor frecuencia por estudiantes universitarios y las emociones que experimentan durante la
alimentación. Participaron 819 estudiantes universitarios, hombres y mujeres, con un promedio
de edad de 22 años. Los resultados generales indican que las emociones que experimentan los
universitarios durante la alimentación son en su mayoría agradables, como disfrute, placer,
alegría, felicidad y amor. Se encontraron diferencias significativas entre géneros; por ejemplo, las
mujeres reportaron mayor frecuencia de emociones agradables al consumir chocolate, mientras
que los hombres lo hicieron al consumir comida rápida. El estudio resaltó que las emociones
también influyen en la elección de alimentos, con un 28% de las mujeres y hombres
experimentando antojos generalmente y ocasionalmente, respectivamente, y el 26% de ambos
géneros consumiendo alimentos cuando están preocupados.
En el estudio "Las emociones y su impacto en la alimentación" (16), se enfocó en cómo las
emociones influyen en los hábitos alimentarios de los estudiantes de la Facultad de Ciencias
Humanísticas y Sociales de la Universidad Técnica de Manabí. Los resultados revelaron que un
22% de las mujeres, cuando están en un estado de ánimo bajo, prefieren la comida rápida,
mientras que un 22% de los hombres prefieren la comida casera. El 28% de las mujeres reportaron
tener antojos generalmente, y el 26% indicaron que consumen alimentos cuando están
preocupadas. En comparación, un 28% de los hombres experimentan antojos a veces, y un 26%
comen por preocupación. Los alimentos que más provocan felicidad son el chocolate para el 18%
de las mujeres y la comida rápida para el 18% de los hombres. En cuanto al enojo, el 36% de las
mujeres tiende a no comer, mientras que el 14% de los hombres comen inconscientemente.
En la investigación de (17), en el cual se investigó las emociones y la conducta alimentaria
centrándose en cómo las emociones pueden influir en la elección, calidad y cantidad de alimentos
ingeridos. La metodología incluyó una revisión bibliográfica exhaustiva y el análisis de diversos
estudios que abordan la conexión entre las emociones y la alimentación. Los resultados indicaron
que las emociones juegan un rol significativo en la ingesta de alimentos, con emociones positivas
y negativas intensas que pueden aumentar el consumo alimentario debido a la inhibición del
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control alimentario. Se observó que las emociones como la ira y la alegría incrementan el hambre
y la ingesta de alimentos hedónicos, mientras que el estrés intenso puede suprimir la
alimentación. La conclusión principal del estudio es que la comprensión y aplicación de
estrategias efectivas de regulación emocional pueden ser clave para manejar la ingesta
alimentaria.
(18) investigó cómo las emociones influyen en el consumo de alimentos, utilizando una
metodología que involucró encuestas y análisis de patrones dietarios en diversos grupos de
individuos. Los resultados mostraron que las emociones negativas, como el estrés, la ira y la
tristeza, tienden a aumentar la ingesta de alimentos altos en azúcares y grasas, considerados
alimentos reconfortantes, mientras que las emociones positivas también pueden incrementar la
ingesta, pero en menor medida y con alimentos diferentes. Se observó que el estrés psicosocial,
derivado de condiciones sociales deficientes, está relacionado con un aumento de la ingesta
alimentaria y la obesidad concluyendo que las emociones tienen una influencia significativa y
bidireccional en la conducta alimentaria, donde no solo las emociones afectan qué y cuánto se
come, sino que también ciertos alimentos pueden generar emociones específicas, resaltando la
complejidad de esta relación y la necesidad de considerar el contexto social y situacional en estos
estudios.
En el estudio longitudinal realizado por el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid (19), se
examinó cómo las emociones influyen en la ingesta de alimentos y el control del peso,
comparando adultos sedentarios con cicloturistas físicamente activos. La metodología incluyó la
encuesta "Comedor Emocional" para evaluar el impacto emocional en la alimentación y una
intervención nutricional de seis meses. Los resultados mostraron que las personas sedentarias,
con un promedio de IMC de 33,6, eran más emocionales en su ingesta (puntuación media de 13,4)
en comparación con los cicloturistas (IMC promedio de 24,2 y puntuación emocional de 7,1). Las
emociones negativas, como el estrés y la ansiedad, llevaron a una mayor ingesta de alimentos en
los sedentarios, mientras que los cicloturistas mostraron una mejor regulación emocional y
control del peso a través del ejercicio. Se concluyó que las emociones tienen un impacto
significativo en la alimentación, y que una mejor regulación emocional, junto con el ejercicio
regular, puede ser clave para un control efectivo del peso.
En el estudio de (20), se investigó la relación entre la elección de alimentos y las emociones entre
estudiantes universitarios. Se utilizó una metodología basada en encuestas enviadas a través de
un servicio de mensajería de texto durante cuatro días seleccionados aleatoriamente en una
semana. Los participantes recibieron mensajes de texto ocho veces al día, pidiéndoles que
reportaran su actividad actual y detallaran los alimentos que estaban consumiendo. Las
categorías de alimentos incluyeron galletas, snacks salados, frutas y verduras, entre otros. Los
datos se analizaron utilizando modelos lineales generales y ecuaciones de estimación
generalizada para examinar las asociaciones entre emociones (positivas, negativas y apáticas) y
la elección de alimentos. Los resultados mostraron que las emociones positivas se asociaron con
el consumo de frutas y verduras, mientras que las emociones negativas y apáticas se relacionaron
con la ingesta de snacks salados y alimentos dulces. La conclusión principal del estudio fue que
las emociones juegan un papel significativo en la elección de alimentos.
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El estudio de (21) examina los mecanismos sensoriales, fisiológicos y psicológicos que influyen en
la elección de alimentos en función de las emociones. Revisó tanto los estados de ánimo como
las emociones específicas, mediante una exhaustiva revisión de la literatura y estudios previos
sobre la relación bidireccional entre emociones y alimentación. Los resultados indican que comer
puede alterar el estado de ánimo, generalmente disminuyendo la excitación y la irritabilidad,
mientras aumenta la calma y los afectos positivos. No obstante, el consumo de alimentos
inusuales o poco saludables puede tener un impacto negativo en el estado de ánimo. Además, se
encontró que los alimentos dulces y grasos pueden mejorar el estado de ánimo y mitigar el estrés,
a través de la modulación de la neurotransmisión cerebral. En conjunto, estos hallazgos sugieren
una interacción bidireccional entre emociones y elección de alimentos, con importantes
implicaciones para diseñar intervenciones dietéticas y de salud mental más efectivas, al
comprender mejor estos mecanismos subyacentes.
El estudio de (22), se examina la relación entre las emociones y la ingesta de alimentos,
considerando las características individuales y los estados emocionales específicos. Utilizando
teorías como la psicosomática de la obesidad y la hipótesis de la restricción, se investigaron las
interacciones entre emociones y conductas alimentarias. Los resultados mostraron que las
emociones negativas aumentan el consumo de alimentos, mientras que las emociones positivas
también lo hacen, aunque de manera menos concluyente. Se observó que emociones frecuentes
como la alegría y la ira tienen un mayor impacto en la ingesta de alimentos. La conclusión principal
es que las emociones influyen significativamente en el comportamiento alimentario, tanto en
personas con peso normal como en personas con sobrepeso.
En el estudio “Reputation and emotion: How the mind drives our food preferences and choices”
(23) se investigó cómo la reputación de los alimentos y las emociones que estos provocan
predicen la disposición a comer ciertos alimentos. Se utilizó un modelo de regresión para analizar
el impacto de la reputación alimentaria en la disposición a comer, mediado por las emociones
alimentarias (positivas y negativas) y la preferencia alimentaria, tanto en alimentos preferidos
(pizza) como no preferidos (vísceras). La metodología incluyó un estudio preliminar para
identificar los alimentos preferidos y no preferidos, seguido de encuestas a los participantes. El
estudio demuestra que las emociones relacionadas con los alimentos tienen una influencia
significativa en la disposición a consumirlos. Los factores cognitivos, como la reputación
alimentaria, tienen un predominio más fuerte que los factores emocionales a la hora de predecir
la disposición a comer, tanto para los alimentos preferidos como los no preferidos. Se encontró
que los alimentos con peor reputación son los más afectados por las emociones, tanto positivas
como negativas, que provocan en las personas. La conclusión principal es que las emociones
relacionadas con un alimento influyen significativamente en la disposición a comerlo, pero los
factores cognitivos (reputación alimentaria) predominan sobre los emocionales en la predicción
de la disposición a comer.
El estudio "Food and Emotion" (24) explora la relación entre las emociones y el comportamiento
alimentario humano, con un enfoque particular en cómo las emociones influyen en la ingesta de
alimentos y cómo el proceso de pérdida de peso puede afectar emocionalmente a los individuos.
Para investigar esto, los autores revisaron la literatura existente sobre la relación entre las
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emociones y la alimentación, examinando teorías clave como la teoría psicosomática de la
obesidad y la hipótesis de la restricción. Los resultados muestran que diferentes emociones, como
el aburrimiento, la depresión, la ira y la alegría, tienen distintos efectos sobre la cantidad y el tipo
de alimentos consumidos. El estudio revela que la pérdida de peso significativa, incluso en
personas con peso normal, puede llevar a cambios psicológicos adversos, similares a los
observados en trastornos alimentarios como la anorexia. La conclusión del estudio sugiere que
tanto las emociones como las conductas alimentarias están intrínsecamente vinculadas.
Este estudio de (25) se cent en revisar sistemáticamente la relación entre la alimentación
emocional, el consumo de alimentos hiperpalatables densos en energía, y los indicadores de
estado nutricional. Para llevar a cabo esta revisión, se siguió la metodología de Cochrane y las
directrices PRISMA, que incluyeron una búsqueda exhaustiva en bases de datos científicas. Los
resultados del estudio indicaron que existe una fuerte correlación entre el consumo de alimentos
hiperpalatables, ricos en grasas y azúcares, y las emociones negativas. Los individuos que
experimentan emociones negativas, como estrés, ansiedad o tristeza, tienden a consumir más de
estos alimentos, lo que a menudo resulta en un aumento de peso y un deterioro del estado
nutricional. La conclusión principal del estudio es que la alimentación emocional es un factor
significativo que contribuye al consumo de alimentos poco saludables y, por ende, al aumento de
peso y a problemas relacionados con la obesidad. Este hallazgo subraya la importancia de abordar
las emociones en los tratamientos nutricionales para mejorar la salud y la calidad de vida de los
pacientes.
En el caso de alimentos específicos que están directamente relacionados con las emociones,
tenemos el consumo de chocolate y alcohol está fuertemente influenciado por factores
emocionales que afectan los comportamientos alimentarios. En el caso del chocolate, sus
compuestos como la feniletilamina y la serotonina están asociados con la mejora del estado de
ánimo y la reducción del estrés, lo que lleva a un consumo impulsado por la necesidad de
bienestar emocional y la búsqueda de confort. En cuanto al alcohol, su consumo está vinculado a
diversos motivos emocionales, como la búsqueda de la aceptación social, la reducción de la
ansiedad y el manejo del estrés. Estos comportamientos son impulsados por el deseo de mejorar
el estado emocional o evitar sentimientos negativos, lo que refuerza el consumo de estas
sustancias en contextos sociales o de soledad (29), (30), (31).
DISCUSIÓN: Las neuro-emociones, es decir, las emociones que surgen de la actividad neurológica
y que están intrínsecamente relacionadas con el comportamiento alimentario, juegan un papel
crucial en la forma en que los individuos eligen y consumen alimentos. La interconexión entre las
emociones y los hábitos alimenticios ha sido ampliamente estudiada, revelando que tanto las
emociones positivas como las negativas pueden influir significativamente en la selección, calidad,
y cantidad de alimentos consumidos.
(15) encontraron que las emociones positivas, como la felicidad y el disfrute, están
estrechamente ligadas al consumo de alimentos placenteros, como el chocolate en mujeres y la
comida rápida en hombres. Este patrón de comportamiento alimenticio sugiere que las
emociones agradables pueden fomentar la búsqueda de alimentos que generen sensaciones de
placer, alineándose con la tendencia observada en el estudio "Las emociones y su impacto en la
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alimentación" (16), donde se destaca que las emociones también juegan un papel en los antojos
y la elección de alimentos.
De manera similar, (17) y (18) evidencian que las emociones negativas, como el estrés y la
tristeza, aumentan el consumo de alimentos ricos en azúcares y grasas, conocidos como
alimentos reconfortantes. Estos estudios subrayan la función de las neuro-emociones en la
alimentación emocional, un fenómeno donde el malestar emocional se traduce en un aumento
de la ingesta de alimentos poco saludables. Este comportamiento se observa con mayor
intensidad en personas que experimentan estrés psicosocial, lo cual puede llevar a un aumento
de peso y a problemas de salud relacionados con la obesidad, como lo demuestra el estudio
longitudinal del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid (19).
El impacto de las neuro-emociones no solo afecta el tipo de alimentos que se eligen, sino también
la cantidad consumida. Las emociones positivas como las negativas pueden llevar a un aumento
en la ingesta alimentaria, en lo que se conoce como alimentación emocional (26) y (27).
Específicamente, el estudio de (26) muestra cómo el estrés, la depresión, y otras condiciones
emocionales pueden estar fuertemente asociadas con un mayor consumo de alimentos no
saludables, mientras que (27) revelan que las emociones negativas llevan a un mayor consumo
de carnes y proteínas, y las positivas a un mayor consumo de dulces.
Desde una perspectiva neurobiológica, (28) exploraron cómo las áreas prefrontales, la corteza
insular y las vías de recompensa del cerebro están involucradas en la regulación de la
alimentación emocional. Las anomalías en estas áreas, como se observó en su estudio, sugieren
que las personas con alimentación emocional pueden tener déficits en el control cognitivo de las
emociones, lo que las hace más susceptibles a consumir alimentos palatables en respuesta a
emociones intensas. Este hallazgo es consistente con la investigación de (21), quien encontró que
comer ciertos tipos de alimentos, como los dulces y grasos, puede mejorar temporalmente el
estado de ánimo al modular la neurotransmisión cerebral, aunque esto puede conducir a un ciclo
de retroalimentación negativa donde el consumo de alimentos poco saludables perpetúa un
estado emocional negativo.
(20) destacan que las emociones positivas están asociadas con una mayor probabilidad de
consumir alimentos saludables, como frutas y verduras, mientras que las emociones negativas y
apáticas están más relacionadas con la ingesta de snacks salados y alimentos dulces. Este hallazgo
es esencial para el desarrollo de estrategias de intervención que fomenten emociones positivas
para promover hábitos alimentarios más saludables.
(22) refuerzan la idea de que las emociones no solo afectan las elecciones alimentarias, sino que
la reputación de los alimentos y las emociones que estos provocan pueden predeterminar la
disposición a consumir ciertos alimentos (23), (22) explican que emociones como la alegría y la
ira pueden influir de manera significativa en la ingesta de alimentos, mientras que el estudio de
reputación alimentaria subraya que las emociones relacionadas con un alimento, en combinación
con factores cognitivos, tienen un papel crucial en la disposición a comer.
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(25) concluyeron que la alimentación emocional es un factor importante que contribuye al
consumo de alimentos hiperpalatables y poco saludables, lo cual está asociado con un aumento
de peso y un deterioro en el estado nutricional. Este hallazgo enfatiza la importancia de abordar
las neuro-emociones en los tratamientos nutricionales para mejorar la salud y el bienestar de las
personas.
La evidencia apunta a que tanto las emociones positivas como negativas influyen
significativamente en la elección y cantidad de alimentos consumidos, y que la comprensión de
estos mecanismos puede ser clave para diseñar intervenciones más efectivas para el manejo del
peso y la promoción de hábitos alimentarios saludables (15), )25).
La relación entre emociones y consumo de alimentos, como el chocolate y el alcohol, es un campo
de estudio que revela cómo las neuro-emociones moldean comportamientos alimentarios. Estos
están influenciados por las emociones, actuando ambos como reguladores emocionales en
respuesta al estrés, la ansiedad o la búsqueda de confort. El chocolate, con compuestos como la
feniletilamina y la serotonina, se asocia con la mejora del estado de ánimo, mientras que el
alcohol es consumido para manejar situaciones emocionales difíciles y obtener aceptación social.
Estos patrones de consumo, motivados por la necesidad de alivio emocional, reflejan cómo las
emociones pueden impulsar el comportamiento alimentario, convirtiéndose en estrategias de
regulación emocional que pueden perpetuar un ciclo de dependencia (29), (30), (31).
CONCLUSIONES
Las neuro-emociones tienen un impacto significativo y bidireccional en los hábitos alimentarios,
afectando tanto la elección como la cantidad de alimentos consumidos. Las emociones positivas,
como la felicidad y el disfrute, suelen estar asociadas con la ingesta de alimentos placenteros,
mientras que las emociones negativas, como el estrés y la tristeza, tienden a aumentar el
consumo de alimentos ricos en grasas y azúcares, comúnmente conocidos como alimentos
reconfortantes.
Investigaciones en neurociencia han demostrado que las emociones activan circuitos cerebrales
que regulan el apetito y la recompensa, lo que explica por qué ciertos alimentos pueden
proporcionar un alivio temporal a estados emocionales negativos. Al comprender los mecanismos
neuronales subyacentes a la alimentación emocional, podemos diseñar intervenciones más
efectivas para modificar estos patrones de comportamiento. Técnicas como el mindfulness, la
terapia cognitivo-conductual y la nutrición consciente ofrecen herramientas valiosas para
fortalecer el autocontrol y fomentar elecciones alimentarias más saludables.
La intersección entre la neurociencia, la psicología y la nutrición ha abierto nuevas vías para
comprender cómo las emociones moldean nuestros hábitos alimentarios. Al integrar
conocimientos de estos campos, podemos desarrollar intervenciones multidisciplinarias que
aborden tanto los aspectos biológicos como psicosociales de la alimentación. Futuras
investigaciones deberían explorar cómo factores como la genética, el microbiota intestinal y el
entorno social interactúan con las emociones para influir en la elección alimentaria
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